12/05/2023

César Maman tiene 24 años y se encuentra desde febrero en Buenos Aires. Fue trasplantado cuando tenía 1 año, pero ese órgano dejó de funcionar y su salud se deterioró. El Incucai ya lo puso en lista de espera para una nueva intervención


El posadeño César Maman (24) fue anotado en la lista de espera del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (Incucai) para recibir la donación de un hígado que le permita seguir viviendo, porque el que le trasplantaron hace 23 años dejó de funcionar.


El joven se encuentra desde febrero en la ciudad de Buenos Aires donde asiste casi diariamente el Hospital Argerich para ser atendido en el área de trasplantes hepáticos, donde le habían anticipado sobre el deterioro de su estado de salud.


“Los médicos me explicaron que los estudios demuestran que el hígado que me trasplantaron cuando tenía 1 año ya no funciona y que necesito un nuevo trasplante”, explicó ayer César Maman a El Territorio, antes de entrar a la lista de emergencia.


Cuando a principios de este año llegó a Buenos Aires los médicos le dijeron que necesitaba un nuevo trasplante. En ese momento sus hermanas, que viven en Posadas, manifestaron la intención de ser donantes y estaban dispuestas a que le extraigan una parte de ese órgano para que sea implantado en César.


Novedad


Pero la novedad que recibió la familia esta semana es que esa donación no podrá ser posible porque necesita el trasplante de un hígado casi entero y eso sólo puede proceder de un donante cadavérico.



“Pensamos que quizás con la donación de mis hermanas todo sería más sencillo, pero los médicos me dijeron que eso no podrá ser posible por dos motivos, el primero es porque pondrían en riesgo la vida de ellas porque es mucha la cantidad de hígado que le tienen que sacar y también porque en este nuevo trasplante necesito un órgano entero”, señaló el chico que pasa sus días alternando entre un hotel y el centro de salud.


Con respecto a cómo está afrontando este momento de su vida, César contó: “Agradezco tener unos padres que están siempre a mi lado, lo mismo que mis hermanos y también mucha gente amiga de Posadas que sabe lo que estoy pasando y me acompañan”.


En ese sentido agradeció especialmente “a los pastores de la iglesia evangélica y al equipo de la diputada Soledad Balan que cuando se enteraron de mis necesidades organizaron una venta de pollos y me hicieron llegar la ayuda porque estar en esta ciudad no es fácil. Acá todo se paga y más si estás enfermo, necesitás hacer trámites o ir a los controles médicos y todo es plata que sale de nuestros bolsillos”.


Y agregó: “Cuando padecés una enfermedad severa, donde uno siente que su vida está en riesgo, todo se transforma y las cosas que antes me preocupaban ahora ya no me importan, ahora mi cabeza y mi cuerpo están haciendo todo lo posible por superar este momento. Así que toda la ayuda que recibo es combustible para seguir”.


El primer trasplante


El trasplante de hígado que César recibió el 8 de septiembre de 1999, cuando tenía 1 año, fue noticia porque los trasplantes en niños tan pequeños no eran habituales. De hecho en el Hospital Garrahan, que es uno de los faros en materia de trasplantes pediátricos, la primera intervención de ese tipo se había hecho sólo siete años antes.


Por ese motivo, el trasplante de hígado que recibió figura entre los primeros de su característica, pues no se logró un órgano de un bebé sino que recibió una porción de un órgano de adulto.


“Todo en esos días era novedad para nosotros. Imaginate que tener un bebé de meses y que ya te diagnostiquen una enfermedad que sólo se pueda superar con un trasplante fue un shock que nos hizo conocer todo lo relativo a la donación de órganos, que salva tantas vidas como salvó la de nuestro pequeño”, recordó la madre de César, Cristina Dávalos, que lo acompaña en Buenos Aires.


Luego de ese primer trasplante César creció y tuvo una vida normal. Cursó la primaria en la Escuela 365 y la secundaria en la Comercio 6. Practicó deportes. Se hizo fanático de River Plate. Salió con amigos e hizo lo que hacen todos los chicos de su edad. Hasta que en agosto del año pasado comenzó a sentirse mal. Los análisis de sangre arrojaban valores que indicaban que su hígado funcionaba con dificultad. “Ahí el mundo se nos vino encima de nuevo. Sabíamos que podía pasar. Nos dijeron que un hígado trasplantado en general tiene una sobrevida de diez años, pero como ya habíamos pasado ese tiempo nos empezamos a olvidar de esa preocupación”, comentó la madre.


En febrero las descompensaciones fueron más intensas y debió trasladarse a Buenos Aires, donde ahora ingresó en la lista de espera del Incucai.



Por Daniela Cortés
danielaroxanacortes@gmail.com


Fuente: El Territorio

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