09/07/2018

La mayor parte de la corrida se debe a la salida de los grandes depositantes, que tienen mejor información que los más pequeños.


Según los últimos datos del Banco Central, al 27 de junio, los depósitos del sector privado a plazo fijo anotaban una caída de $13.309 millones, marcando así la salida de fondos más fuerte desde noviembre de 2001. El 2 de diciembre de ese año Domingo Cavallo implementó el corralito.


Casi toda la fuga se debió a la salida de depósitos mayores a 500 mil pesos, capitales de clientes bancarios de mayor nivel de información, que, ante el fuerte deterioro financiero, decidieron irse del sistema.


Los datos que manejan los especialistas y que sirvieron como argumentos para decidir llevarse el dinero de los bancoses la suba de la morosidad de los tomadores de préstamos y la caída de los precios de los activos financieros en que están invertidos los depósitos: bonos y acciones.


El dinero que depositan los clientes los bancos lo destinan, fundamentalmente, a créditos, financiación por tarjeta de crédito, compra de acciones y títulos públicos y privados.


La morosidad de los que pidieron dinero prestado sube mes a mes. El promedio es del 3,6 por ciento. Pero en hipotecarios sube a una velocidad de vértigo.


La caída del precio de las acciones generó grandes pérdidas a los bancos. La seguridad de una fuerte y extendida recesión derrumba el precio de las empresas que cotizan en bolsa.


Pero la gran preocupación es la posibilidad cierta de un default, que pulverice el precio de los títulos públicos que tienen los bancos en cartera. El Estado ya destina el 15 por ciento del presupuesto a pagar intereses de deuda, mucho más que el 6,5 % que destinaba en 2015 y la cifra no deja de subir.


La otra razón de la salida de depósitos es la fuga hacia el dólar. Aunque a 30 pesos muchos empiezan a dudar en qué posición quedarse. Ahí, nuevamente, está mejor preparado el gran inversor, que sabe que el precio de la moneda norteamericana ya no está en manos del gobierno


Parte de la herencia que recibió Cambiemos fue una deuda bajísima y un sistema financiero sólido. Ambos activos están ahora en cuestión, poniendo otra vez en peligro los ahorros de los argentinos.


La ventaja que tiene el sistema actual frente a 2001 es que la mayor parte de los préstamos están en pesos y la devaluación afecta menos la posibilidad de devolución. La desventaja es que el recuerdo cercano del corralito genera una mayor sensibilidad ante la crisis y el miedo acelera la corrida.


Como en otras oportunidades, los medios no informan sobre el peligro de que el sistema colapse y no pueda devolver los depósitos. Así, sólo los que reciben información de primera mano se enteran del peligro y ponen sus ahorros a salvo. El resto puede perderlo todo.


 


 


Fuente: El Destape

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